Escrito por: Sofía Torres
Entre mis primeros recuerdos vinculados a la política está una conversación de mis padres sobre su época universitaria, la época de León Febres Cordero (1984 – 1988). Hablaban de violencia, pobreza, represión y de unos chicos Restrepo. Recuerdo que alguien preguntó “¿quiénes son los Restrepo?” y mi madre respondió “Unos chicos que fueron desaparecidos por la policía”. Este mes se cumplen 30 años de esa desaparición, evento incomprensible para mí en la niñez. Incomprensible porque para mí la policía debía proteger no desaparecer gente, porque esa desaparición está llena de vacíos e incógnitas, porque pasaban los años y no habían respuestas.
De alguna forma todo esto siguió siendo incomprensible para mí hasta ver “Con mi corazón en Yambo”, el documental de María Fernanda Restrepo. Esta película es una pieza valiosísima de la creación cinematográfica ecuatoriana porque compila los capítulos de una historia que todos debemos conocer, y es además la explicación que faltaba para entender el vacío de la desaparición para quiénes buscan. Hoy les invito a zambullirse en una memoria marcada por el agua y una lucha perpetua guiada por el amor.
Con Mi Corazón En Yambo es un trabajo de memoria sobre un terrible momento de la historia del Ecuador y es también un relato personal de quien la dirigió y produjo.
La película se abre presentando a Santiago y Andrés Restrepo como “mis hermanos” y así también introduce a Fernanda Restrepo como narradora. En este prólogo el primero en aparecer es Pedro Restrepo, personaje vestido de blanco frente al Palacio de Carondelet que es descrito como sobreviviente de una lucha de más de veinte años. Fernanda nos dice: “Él es la única memoria que me queda” y con esta frase empieza un ejercicio de memoria con el espectador. Como las fotografías familiares y las imágenes documentando años de lucha comparten un mismo espacio es la sala de los Restrepo, este ejercicio une la memoria familiar y la memoria histórica. La cinta encarna el relato de una familia poblando espacios vacíos con recuerdos.
La casa familiar es la escenografía de cada episodio: empieza mostrándose amplia como un espacio con luz cálida, un lugar tranquilo donde todos los miembros de la familia habitan sus rincones; luego se convierte en un laberinto oscuro y agobiante que está únicamente iluminado por lo que cabe de luz en la estrecha ventana que condensa la espera de ver regresar a Santiago y Andrés. Entonces el cambio se acompaña por notas largas y agudas que acentúan el doloroso momento en que se descubre la desaparición. La música cesa y es reemplazada por el timbre del teléfono y en la oscuridad aparecen la subteniente Doris Morán y su madre Aida que con sus voces al teléfono alimentando cruelmente la esperanza de dos padres perdidos con la bendición de los altos mandos.